La reunión de esta noche fue particularmente especial; los comentarios de los distintos compañeros, cada uno con su carga personal de historia, espectativas, emociones y bronca dejaban traslucir etapas que, irremediablemente, se repiten; etapas por las que, a poco que pensemos, todos hemos pasado en algún momento de nuestras vidas políticas.
Cada uno toma la parte de la verdad que mejor lo justifica o representa, pero si queremos crecer es inevitable que escuchemos todas las verdades y armemos nuestra propia verdad, personal, que puede o no coincidir con las verdades de los otros; después de todo.. cada persona es un mundo y existe un mundo para cada persona, ya que cada uno ve ese mundo desde una óptica individual y única; óptica que se encuentra atravesada por las experiencias personales de cada uno.
Los que ya pasamos la barrera de los cincuenta a veces olvidamos que estuvimos sentados en las mismas sillas desde las que hoy se reclama participación, en las mismas sillas desde las que nuestros jóvenes nos piden que les dejemos el camino libre; y estos jóvenes, en su ímpetu, cometen los mismos errores de apreciación que cometimos nosotros. Todavía no aprendieron que la participación no se pide ni se reclama, simplemente se ejerce.
Hace muchos años un grupito de cuatro o cinco jóvenes fuimos a la casa de Felipe a preguntarle porqué no nos dejaba hacer las elecciones de juventud. Felipe nos dijo «yo nunca dije que no»… «pero tampoco nos dijo que si» le contestamos; y Felipe, con su habitual serenidad, nos dijo «la juventud tendrá sus elecciones internas el día que no necesiten pedirme permiso a mi para hacerlas». Con esa frase, que parece tan simple, vista a la distancia nos dió la mayor lección de participación: si creen que ya están maduros, no pidan permiso a nadie para participar; simplemente, háganlo.
Pero a fuerza de escuchar tantos años los reclamos de participación, llegué a la conclusión que los que reclaman participación en realidad están pidiendo que algún dedo los señale y los elija para alguna candidatura; y eso no es participación democrática. Eso, simplemente, es mas de lo mismo. Forma parte de lo que pretenden que los diferencie de los viejos políticos.
Y de los viejos políticos siempre hay que aprender algo; se aprende lo que hay que hacer y lo que NO hay que hacer; la inteligencia política consiste en descubrir la diferencia.
Hace un tiempo escuché por ahí una frase que acuñé porque se aplica a muchas situaciones. «Todos somos comunistas hasta que la vaca que se reparte es la nuestra» dice esa frase; y si la aplicamos a la Política podemos decir que todos somos democráticos hasta que la porción de Poder que se pone en juego es la nuestra.
La libertad de participación existe en el MPN desde que se instauraron las internas; todos somos libres de participar desde el lugar que elijamos. Algunos, desde una candidatura, otros apoyando y defendiendo esa candidatura porque entendemos que ese compañero nos representa. Ahora bien, cada uno de nosotros elije en qué lugar estar; nadie nos prohibe ser candidatos. Solo tenemos que armar una lista y presentarnos; pero si después no nos votan ni nuestros vecinos entonces tenemos que reflexionar seriamente sobre si el problema no somos nosotros; no podemos autojustificarnos diciendo que «los dirigentes van al barrio y se quedan con nuestos votos».
¿Que todos pasamos por las distintas y mismas etapas de rebelión, serena participación y retiro? Es verdad, es natural del desarrollo humano. ¿Que todos los que logran una mínima cuota de Poder tienden a defenderla con uñas y dientes? También es verdad; «¡es el insitinto de supervivencia, idiota!» diría Bill Clinton. Pero entonces, cómo se transita por la vida política en un Partido democrático como el nuestro? Simple. Jóvenes habrá siempre, generación tras generación vendrán pidiendo pista; estos nuevos jóvenes deben tomar lo mejor del que está, desechar lo malo de él y desplazarlo democráticamente, sin agravios, sin empujarlo al rincón de los trastos inútiles, porque el próximo desplazado será él mismo. Las diferencias, que siempre las habrá porque es natural de la evolución humana y de la política, deben dirimirse en el plano interno; podemos pelear y defender nuestras ideas con la mayor agresividad, pero sin llevarlo nunca al plano personal ni fuera de los ámbitos del Partido; todos somos compañeros y defendemos el mismo principio: el centro de nuestras preocupaciones es la gente, no los hombres ni los nombres.
Participo en la vida política del MPN desde 1983 y en todos estos años creo que algunas cosas aprendí. Estas reflexiones son, simplemente, un pantallazo de esas cosas. Pueden estar de acuerdo o no, pero son fruto de mi experiencia y, por lo tanto, estoy convencido de ellas.