Semáforos, culpables o inocentes?


Publicada el 02 de agosto de 2009

Diario Río Negro

Analicemos qué ocurre en un cruce de calles con semáforo para que se produzca un accidente. Como actores principales, tenemos dos calles que se cruzan, semáforos y, en principio, dos vehículos con sus respectivos conductores. Si el semáforo funciona correctamente y regula el tránsito, entonces, ¿cómo es que dos vehículos terminan chocando en medio del cruce de calles?

Tenemos que pensar que uno o varios de los actores no cumplió o cumplieron con su parte. Ahora bien, a los efectos de deslindar responsabilidades, es suficiente con determinar cuál de los conductores cruzó con el semáforo en rojo, pero si queremos prevenir el accidente se hace necesario analizar si no hubo otras razones que, sumadas a la imprudencia del conductor, colaboraron. Y es aquí donde tenemos que poner en la mira la ubicación física del semáforo.

En uno de los posibles casos, en un cruce de calles normal con los semáforos ubicados tal como podemos verlos en cualquier intersección y con dos autos que se acercan al cruce, el conductor A mira el semáforo que tiene enfrente y está en verde; diez metros antes de llegar al cruce el semáforo cambia de verde a amarillo. El conductor concluye que alcanzará a cruzar e instintivamente aprieta el acelerador. El conductor B, en tanto, ve que el semáforo que tiene enfrente está en rojo, por lo que debe detenerse, pero a la vez observa que el semáforo que tiene a su derecha cambia de verde a amarillo, lo que indica que es inminente que cambie a rojo y, por lógica, que el suyo lo haga a verde, e imprudentemente sigue su marcha. Ninguno de los dos se detiene y terminan chocando en el cruce.

Esta situación se observa con mucha mayor frecuencia cuando uno de los dos está detenido esperando ser habilitado para cruzar, como puede darse en el segundo caso: el conductor del vehículo detenido no está pendiente del semáforo que tiene enfrente sino del que tiene a su lado y no bien éste cambia de rojo a amarillo ya comienza a moverse. Esta situación trae aparejado otro peligro importante para los peatones: para poder tener visible el semáforo que está a su lado el conductor ignora la senda peatonal y se detiene prácticamente invadiendo la otra calle; esto obliga a los peatones a cruzar por delante o por detrás de él.

Del análisis precedente podemos inferir dos posibles causas de accidentes: la imprudencia propia de los conductores y la ubicación de los semáforos. La segunda es más factible de solucionar y es aquí donde debemos poner atención.

Y en un supuesto tercer caso vemos que la ubicación de los semáforos es distinta de la que se puede observar en nuestras ciudades; ahora los conductores no tienen manera de ver el semáforo que controla el tránsito de la otra calle y, para poder ver el que tienen enfrente, se ven obligados a detenerse detrás de la senda peatonal. Un simple cambio en la forma de ubicar los semáforos solucionaría dos graves problemas: se despejaría la senda peatonal y se evitaría el cruce simultáneo de dos vehículos.

El título de este artículo hace referencia a la inocencia o culpabilidad del semáforo, y en su defensa debemos decir que, si su funcionamiento es correcto, hay que buscar al culpable entre aquellos que decidieron sobre qué lado de la calle debía ser instalado.